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HISTORIA DEL YOGA TIBETANO

La palabra tibetana para «yoga» es «naljor”. Nal es sinónimo de cuerpo, palabra y mente. Jor significa la consecución del objetivo, la obtención de la última comprensión y el dominio sobre algo. Así “naljor” es la última comprensión de la naturaleza fundamental del cuerpo, el habla y la mente, y el dominio sobre ellos: El conocimiento de lo Primordial.

Fotografía Templo Tibetano

El yoga tibetano tiene su origen en un antiguo sistema de prácticas físicas, mentales y respiratorias que se nutre de diversas fuentes, que van desde la Medicina Tradicional Tibetana, hasta la tradición Bön. Una de las más importantes es el Zhang Zhung Nyen Gyu, el más antiguo e importante texto en la tradición Bön, que es la tradición espiritual que existía en Tibet antes de la llegada del budismo en el siglo VIII. Los ejercicios naljor (yoga) (trul khor) contenidos en este texto, contienen siete ciclos y cada ciclo se adscribe a diferentes maestros del linaje Zhang Zhung. Estos maestros usaron la técnica del yoga (yantra y otros) para estabilizar su práctica de meditación y remover así los obstáculos que enturbiaban el estado natural de la mente de los practicantes. Las posturas de yoga tibetano (âsanas) han sido practicadas por la mayor parte de los sistemas de sanación de Tibet, tales como “trul khor” (“la rueda mágica”), y su origen se remonta a tiempos previos a la llegada del budismo.

Con la llegada del budismo a Tibet se fusionan las técnicas naljor autóctonas Bön con la filosofía y el influjo del yoga y de la filosofía budista que transmitieron grandes maestros indios como Padmasambhava (Guru Rimpoche) o Nagarjuna, por ejemplo. Esto da lugar a que entre los siglos XI y XII se consoliden los denominados Seis yogas de Naropa (tibetano naro’i-chos drug), que describen un conjunto de ejercicios especiales y meditaciones tántricas compiladas alrededor de la época del monje y místico natural de India Naropa (1016 -1100), que fueron transmitidas a su estudiante Marpa.

En el siglo XVI surge el Anuttaratantra yoga, la rama tántrica del budismo tibetano Vajrayana. Muchas pinturas y grabados en bloques de madera de esa época se pueden ver en Mongolia y en la “Academia Rusa de las Ciencias” de San Petersburgo.

En Tíbet, en el Palacio de Potala, se conservan muchas pinturas de maestros y de simbología yóguica. Un esquema de los Canales (Tsa) del cuerpo humano se puede ver en los aposentos del 6º Dalai Lama (1683-1706), en Lukhang y un compendio de âsanas (posturas yóguicas) variadas en Sikkim (reino himalayo), que datan del siglo XVIII.
En nuestro Instituto recorremos estas poderosas prácticas a lo largo de los cuatro niveles de enseñanza. Incluye: Tumo (Tib: gtum-mo) o Yoga del calor interno; Gyulu (Tib: sgyu-lus) o Yoga del cuerpo ilusorio; Ösel (Tib: hodgsal) o Yoga de la Clara Luz o de la Luz Radiante; Milam (Tib:rmi-lam) o Yoga del Sueño; Bardo (Tib:bar-do) o Yoga del Estado Intermedio y Phowa (Tib: hpho-ba) o Yoga de la Transferencia de Conciencia.

LA FILOSOFÍA DEL TÍBET

En el Tíbet, con la influencia del Tantra, el yoga es visto como un sistema de iluminación. El término sánscrito “yoga” en Tíbet también significa “unión”, “práctica” o, en el sentido más profundo “conocimiento primordial,entendimiento”, como ya hemos visto. Por lo tanto, como bien dice el lama Norbu, “yoga” significa descubrir nuestra verdadera condición.

El yoga tibetano se fundamenta también en los principios filosóficos del Bodhisattva. Es decir, orienta la práctica a ayudar espiritualmente a los demás. En sus orígenes el yoga tibetano se practicaba en los monasterios
budistas tibetanos, de ahí su nombre, pero por supuesto no es exclusivo de los budistas y lo puede practicar cualquier persona, independientemente de sus creencias (o no creencias).

Según el yoga tibetano, la liberación espiritual solo es útil si es para ayudar a los demás (a todos los seres sintientes) y enfoca todo su trabajo interior en la ayuda desinteresada. Pero en ese camino antes debemos liberarnos de los “Tres Venenos de la mente”: La ignorancia, el enojo (ira) y el apego.
Su piedra angular es la práctica de “Tong Len”: tomar el sufrimiento de los demás y ofrecer compasión infinita y ayuda a los que lo necesiten.

Meditación budista

Y no debemos olvidar los aspectos emocionales y espirituales, en los que el yoga tibetano nos descubre un camino de integración y autoconciencia,
sensibilizando al practicante para que desarrolle mayor empatía y le ayuda a salir del “yo” para dirigirse hacia el “tú”… para después descubrir que no hay dualidad. Desarrollamos así Sabiduría y Compasión a través del Método.
En muchos aspectos el yoga tibetano nos hace salir de nuestra zona de confort, nos empuja suavemente a ir más allá de las limitaciones y visiones distorsionadas de la vida, pero siempre con Amor.

Probablemente al practicar yoga tibetano cada uno encontrará lo que realmente necesita, para así liberarse del sufrimiento, para poder ayudar a otros a hacer lo mismo.

El cuerpo es considerado como una máquina o una herramienta disponible, para que el practicante llegue a comprender su verdadera naturaleza o real condición. Los yoguis (neljorpa) y las yoguinis (neljorma) combinan movimientos, algunos de ellos conteniendo la respiración, para después exhalar por la nariz o la boca fuertemente, con sonidos especiales, según el caso. El “viento” ha de fluir en el interior de estos canales físicos. Al contener la respiración los movimientos penetran más profundamente en el cuerpo y consiguen estimular profundamente el cuerpo y la mente.

En nuestro Instituto enseñamos y practicamos cincuenta y tres series especiales de yoga tibetano, cada una con su correspondientes âsanas, respiraciones y simbología. Hay series estáticas y otras dinámicas, otras cortas y algunas más largas. Muchas se realizan de pie y otras sentados.

En Jamyang Naldjor©, nuestro linaje, convergen líneas puras de yoga tibetano, procedentes de maestros que han sido “cabeza” de importantes escuelas y tradiciones.